jueves, 12 de marzo de 2009

UTILIDAD Y GASTO EN POESÍA. Autor: Jairo Guzmán


UTILIDAD Y GASTO EN POESÍA
Jairo Guzmán

“No existe ningún medio correcto, considerando el conjunto más o menos divergente de las concepciones actuales, que permita definir qué es útil a los hombres”

Georges Bataille.


Si asumimos que algo es útil porque deja grandes bienes de capital o porque permite la prolongación de la especie mediante la acumulación de riquezas, se llega rápidamente a un exabrupto, a un descalabro inaceptable, porque esta concepción de lo útil conduce a justificar las matanzas, dado que en el contexto de un país, por ejemplo Estados Unidos de Norteamérica, se justificaría que invadan, urdan guerras, exterminen y cometan atropellos, basados en el hecho de que la guerra deja utilidades relativas a su protección como especie y como nación. Desde esta perspectiva el hambre de mil millones de personas del tercer mundo es útil, es el tesoro, la máquina productora de confort para los países que han obtenido su riqueza del coloniaje y la miseria de los otros. Un ciudadano promedio, de Inglaterra, vive con abundancia de proteínas, confort, atuendos, “seguridad social”, salud y otros “bienestares” porque muchos murieron de hambre en los tiempos de coloniaje ( India) y de vasallaje (Irak).
Desde esta perspectiva se cumple el hecho de que la indigencia es útil, crea ganancia: lo que aparentemente es desechable, inútil, es, en esencia, el eje de la producción y el “éxito” mercantil. Toda actividad y toda inacción están inscritos en la producción de plusvalor y producción de inframiseria. El deterioro del cuerpo de Antonin Artaud , el gasto de sus neuronas, configuran un rol de producción: producción editorial, “éxito” en marketing de los vendedores del mito Artaud, obras de críticos circulando para uso de academias y así, lo que fue producción en la inframiseria, se transforma, centrípetamente, en plusvalor generado por el remolino hipercapitalista.
La máquina del consumo lleva untada la sangre de muchos, como una grasa lubricante de la máquina de plusvalor. Todas las instituciones tipo unesco son los departamentos que administran los dineros de la megafilantropía. Las instituciones tipo ecológicas, están previamente calculadas en los ítems de la devastación. Todos los peces que han muerto por la cianurización del lejano oeste y sus uvas de la ira, han sido fundamento del edificio hipercapitalista yanki y sus modelos de vampirización de los pueblos, para darle cuerpo a una noción de futuro, como un espejo virtual en cuyos abismos se hunde un narciso frankensteinizado, vulnerado por sus propias taras por los abismos que engendra a su paso y dentro de sí mismo. El hipercapitalismo funciona desbaratándose a sí mismo mientras desbarata los sueños de los pueblos. El hipercapital saca provecho cinematográfico de la pesadilla en que transforma la vida cotidiana. El hipercapital es un hiperlobo alimentado por los lobos del hombre. Los lobos del hombre usan una moral camaleónica, mimetizada con los colores de sus banderas, de sus preceptos y de lo que designen sea correcto o no, en su dimensión alienante y opresiva. El hipercapital y su máquina de policías, su máquina de mercenarios, que son piezas reemplazables en la cadena del gasto. Gastar sangre, gastar balas, gastar bombas. El hipercapital se mantiene consumiendo muertos o, lo que es lo mismo, haciendo una economía del gasto en el rol de las prohibiciones y sus sistemas jurídicos, imponiendo nociones del delito a partir de una ley victoriana en la que ruedan las cabezas cuando no son controlables sus pensamientos y gestas. Sólo un estado hiperfascista impulsa la permanencia del hipercapital. De ahí que la conciencia nazi, que fue gasto, queda instaurada como fundamento de la conciencia hiperfascista, encarnada en todos los estados del llamado primer mundo. La conciencia que promueve la guerra de los ricos del norte contra los pobres del sur.

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